“Tráfico, frustración y salud mental: Chihuahua entre autos y voces ahogadas”

Publicidad

Chihuahua despierta cada mañana entre bocinazos, luces rojas eternas y calles saturadas. La movilidad no es solo una molestia urbana: es una trama de emociones, salud y calidad de vida.

En nuestra ciudad hay alrededor de 661 144 vehículos oficiales y se proyecta que para 2040 esa cifra podría subir a casi 954 861 automóviles, casi tan numerosos como la población misma hace unos años.

Eso significa más autos por habitantes, más congestionamiento, más tiempo perdido, más estrés acumulado. Cuando dependes de automóvil particular en lugar de transporte público eficiente, el cuerpo paga factura: horas sentado, respirando humo, oyendo claxon tras claxon, sintiendo que no te mueve, simplemente te contiene.

Eso afecta la salud física: columna, corazón, pulmones; pero también la mental: ansiedad, irritación, sensación de estar atrapado.

El transporte público en Chihuahua ha sido históricamente insuficiente, con baja cobertura y frecuencia irregular.

Apenas alrededor del 19.78% de la población lo utiliza como medio de traslado regular. Esa preferencia por el auto no solo se debe al confort o al status, muchas veces es una respuesta al servicio público lento, inseguro o poco confiable.

Pero con el uso excesivo del coche llegan rigidez corporal, sedentarismo, aislamiento… y un agotamiento emocional que muchos llaman “el costo invisible del tráfico”.

No tener opciones accesibles para caminar, usar bicicleta o transporte colectivo de calidad promueve un estilo de vida quieto.

Las personas pasan más tiempo sentadas en autos, menos caminando, menos activas.

El sedentarismo aumenta riesgos de obesidad, depresión, problemas cardiacos.

Sin embargo —y aquí está la luz en medio del humo— hay caminos posibles para aliviar este caos emocional:

¿Qué podemos hacer distinto? Promover trayectos activos: si es seguro, caminar algunas cuadras hasta el transporte público, bajarse antes del auto, usar bicicleta.

Cada paso suma para el cuerpo… y para la mente.Abogar por óptimo transporte público: exigir rutas frecuentes, unidades limpias, tarifas accesibles, seguridad en paradas.

Un sistema funcional puede liberar muchas de las tensiones que llevamos al volante.

Gestionar tiempos en tráfico: escuchar música tranquila o podcasts que nutran, respirar conscientemente, aceptar que algunas demoras son inevitables.

Esa aceptación no es resignación, es autocuidado.Practicar empatía vial: el que va al volante también puede estar atravesando angustia. Un gesto amable —dar paso, evitar bocinar— no cambia la vía, pero sí el ánimo.

El tráfico de Chihuahua no será perfecto mañana. Pero cada acción pequeña puede transformar nuestras mañanas: menos corajes, menos cuerpos tensos, menos espíritus agobiados.

Porque la ciudad que movemos también puede ser amable con quienes la habitamos.Cuando dejamos de pelear con el tráfico, ese descanso se convierte en algo que uno siente en el pecho. — @eder.psicologo

Publicidad