CUERNAVACA, Mor. (apro).-Como cada 8 de agosto, el grito de “¡Viva el general Emiliano Zapata Salazar!” vuelve a escucharse en Anenecuilco, Morelos, su tierra natal. A 146 años del nacimiento del caudillo, la conmemoración funciona como un espejo que expone las tensiones entre el ideal revolucionario y la realidad del México actual.
Dos de sus descendientes —Jorge Zapata González, nieto, y Edgar Castro Zapata, bisnieto— comparten con Proceso visiones que van desde la resistencia de la memoria hasta la desilusión por un campo en ruinas, dibujando un legado zapatista que transita entre la dignificación y el olvido institucional.
Para Edgar Castro Zapata, bisnieto de Emiliano Zapata Salazar, la conmemoración del natalicio de su bisabuelo es, en el Morelos actual, un “acto de resistencia”. En un estado asediado por problemas de seguridad, incluyendo secuestros y la falta de seguridad pública, mantener viva esta tradición cada 8 de agosto —cuando campesinos, ejidatarios, hombres y mujeres a caballo se congregan— representa una “esperanza” y fortalece la “identidad colectiva”.

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Morelos es hogar de uno de los patrimonios históricos y culturales más relevantes de México: la memoria zapatista. En 2024, esta memoria fue inscrita oficialmente en el programa Memoria del Mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), un reconocimiento que destaca la importancia global del movimiento revolucionario liderado por Emiliano Zapata.
Sin embargo, pese a esta distinción internacional, la preservación, difusión y atención a este legado enfrenta obstáculos significativos a nivel estatal debido a la ausencia de voluntad política y compromiso institucional.

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Edgar Castro Zapata, presidente de la Fundación Zapata y director del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur —organismo descentralizado del gobierno estatal— es uno de los principales impulsores de un proyecto para crear un Centro de Estudios Históricos del Zapatismo en Morelos, que funcione como espacio de conservación documental, investigación y difusión cultural permanente.
“El reconocimiento de la memoria zapatista como Memoria del Mundo por la Unesco es un distintivo de enorme valor, pero no he encontrado interés real en las autoridades estatales para aprovecharlo y traducirlo en acciones concretas que beneficien a las familias zapatistas y a la comunidad en general”, explicó Castro Zapata.
Detalló que la memoria zapatista, que forma parte fundamental de la identidad y la historia de Morelos, “debe ser resguardada y difundida de forma institucionalizada, pero hasta ahora no existe un centro dedicado a ello ni una política pública que lo promueva de manera sostenida”.
Para responder a esta necesidad, desde hace tiempo impulsa un proyecto para crear dicho centro en Morelos, basado en la reforma y actualización del decreto que regula al Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur, organismo que actualmente opera con recursos y capacidades limitadas en Cuautla.
“Lo que proponemos es reformar el decreto del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur para que, además de atender a las familias zapatistas, asuma formalmente la responsabilidad de preservar esta memoria histórica reconocida por la Unesco”, explicó.

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El instituto cuenta con un equipo reducido y un presupuesto anual que ronda los 700 mil pesos, insuficiente para atender las amplias necesidades del rescate y preservación documental, así como para apoyar a los veteranos y sus familias.
“El inmueble y el organismo existen; lo que hace falta es que el decreto se actualice para que el instituto tenga esta misión de preservación documental y memoria histórica”, añadió.
Castro Zapata ha expuesto esta propuesta directamente a la gobernadora del estado, Margarita González Saravia Calderón, y a diputados locales, pero, hasta el momento, “no han dado respuesta”.
“He presentado oficios y he sostenido reuniones formales, pero la respuesta ha sido el silencio o la excusa de que no hay recursos. Sin embargo, no pido dinero extra, solo que se reforme el decreto para dar un marco legal claro al instituto. Esto es voluntad política, no un tema económico”, puntualizó.
El dirigente enfatizó: “no se puede seguir ignorando la responsabilidad institucional que implica contar con una memoria que la Unesco ha reconocido internacionalmente. Es urgente que las autoridades del Ejecutivo y el Legislativo asuman esta tarea para dar certeza y protección a este legado histórico”.
El “zapatismo vivo”, olvidado
Además de la conservación documental, Castro Zapata destacó la importancia de atender al “zapatismo vivo”, entendido como las viudas y familiares de los veteranos que participaron en la Revolución Mexicana.
“Muchas de estas personas sobreviven con pensiones inferiores a 800 pesos mensuales. Reconocer y dignificar a estas familias debe ser una prioridad. Se conmemora mucho el zapatismo histórico, pero no se atienden las necesidades actuales de quienes forman parte del legado”, lamentó.

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El dirigente criticó la limitada atención que reciben estos sectores, así como la falta de continuidad en proyectos sociales y culturales que den seguimiento efectivo a sus demandas.
“Se organizan exposiciones, cabalgatas y actos oficiales, que sin duda tienen su valor conmemorativo, pero no son suficientes para construir un verdadero reconocimiento social y político. La dimensión humana y social del zapatismo queda excluida”, apuntó.
Esta situación refuerza su percepción de que los gobiernos utilizan la figura de Zapata “solo para la foto”, sin una auténtica sensibilidad o congruencia hacia su legado vivo. Critica también la falta de programas sólidos a largo plazo para el campo y la manipulación clientelar de los campesinos. Su llamado final es que “recordar al general Zapata es un acto de resistencia” que fortalece la identidad, especialmente para las nuevas generaciones, para que no olviden la revolución social.
Un campo en ruinas
Desde una perspectiva más directa, Jorge Zapata González, nieto directo del General, expresó que el legado de su abuelo, El Caudillo del Sur, está plasmado en el Plan de Ayala, considerado por muchos como el documento fundacional de la lucha agraria en México y el mundo.
“El Plan de Ayala es el libro sagrado para todos los campesinos”, señala Jorge Zapata. “Nos dejó muy claro por qué luchó y encabezó la Revolución del Sur. Esa fue la verdadera revolución que representó a los campesinos de México y del mundo, no la Revolución Mexicana, que fue una revolución del poder por el poder”, dice con voz firme.
Para él, la frase “la tierra es de quien la trabaja” es la esencia misma de esta lucha, un principio que, a su juicio, está siendo ignorado o traicionado por las políticas públicas actuales.
Señaló que, mientras en otros países, como Italia, se dedican semanas enteras a honrar la memoria del general Zapata, en México el reconocimiento es breve y superficial. “En Italia le hacen dos semanas de honores al general Zapata, como si hubiera nacido allá”, señala, “y aquí le rinden cinco o diez minutos de homenaje y vámonos… Solo vienen a ondear la bandera y a tomarse la foto.”
Más que una celebración genuina, esta práctica es para él un acto simbólico vacío que ignora la esencia de la lucha que representó Zapata y que aún sigue vigente. “Los honores que le hacen al general simplemente son una burla a sus ideales”, critica. “No respetan sus ideales como debería ser.”
Para Jorge Zapata, estas ceremonias oficiales no solo son insuficientes, sino que resultan ofensivas porque contrastan con la realidad actual del campo mexicano, donde los campesinos enfrentan abandono, despojo de tierras y falta de apoyo institucional. Así, los homenajes se vuelven una forma de simulación que intenta mantener una imagen de respeto sin que exista un compromiso real con las causas que defendió el general.
En sus palabras, “¿de qué sirve rendirle honores si las políticas públicas actuales son contrarias a todo lo que él defendió?”. Esta contradicción entre el discurso oficial y la práctica concreta refleja, según él, un distanciamiento cada vez mayor entre las autoridades y las necesidades reales del campesinado.
Por ello, el llamado de Jorge Zapata es pasar de las palabras y las fotos a la acción auténtica, que incluya políticas públicas que respeten y promuevan los derechos de quienes trabajan la tierra y mantienen vivo el espíritu del Plan de Ayala. Solo así, dice, se podrá honrar verdaderamente la memoria de Emiliano Zapata y el legado que dejó para México y el mundo.
Contradicciones
Jorge Zapata critica duramente las reformas legales que, según él, han provocado el despojo y la marginación del campesinado. Señala la reforma al artículo 27 constitucional durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari como “el principio de la debacle del campesino”.
“Antes, los gobiernos apoyaban al campo; mal que bien, los campesinos sembraban sus parcelas. Ahora, ya no hay apoyo real, a pesar de que el presupuesto federal aumenta cada año”, lamentó.

Fotografía: AGN.
Con la desaparición de organizaciones campesinas y la política convertida en negocio, Zapata considera que “las tierras están siendo acaparadas por terratenientes y empresarios, mientras los campesinos se ven obligados a venderlas a precios irrisorios.”
La entrevista también aborda la falta de cambios positivos en las políticas públicas actuales. “Claudia Sheinbaum es la continuación del gobierno de Obrador,” afirma. “Obrador decía una cosa que sonaba bonita, pero hacía lo contrario. Le dio luz verde a la delincuencia y las consecuencias las estamos pagando.”
Acusa a los gobernantes de Morena de estar implicados con el narcotráfico y critica la impunidad: “Se les refuta con pruebas y dicen que van a investigar, pero ¿qué van a investigar si los primeros mafiosos son los que nos gobiernan?”
En Morelos, la inseguridad crece y los apoyos al campo desaparecen, por lo que “el campo está por los suelos en todo el país, y Morelos no es la excepción.”
Un tema crucial para la defensa campesina es la termoeléctrica y el acceso al agua. Jorge Zapata explica que la resistencia de los campesinos ha impedido que opere a plena capacidad, porque “nosotros nunca luchamos contra la termoeléctrica en sí, sino por la defensa de nuestra agua, porque esa termoeléctrica se quería llevar todo el caudal del río Cuautla.”
Denuncia que la Comisión Federal de Electricidad perforó “pozos clandestinos” sin permiso para abastecer la planta y advierte que, de llevarse toda el agua, se dejarían sin riego miles de hectáreas agrícolas fundamentales para el país.
El llamado final de Jorge Zapata es claro y contundente: “Que las y los campesinos y el pueblo en general se preparen para la recesión que se avecina, porque el gobierno federal está empeñado en hundir al país en la miseria.”
Pero también invita a la acción: “Nuestros abuelos ya nos demostraron con hechos —no con palabras— que cuando el pueblo se une, puede erradicar el daño que los gobernantes le hacen a los pueblos. Vale más morir luchando que vivir arrodillado.”
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